Poder y Fama: La Jugada de Trump en Hollywood
- Jaime Alfonzo
- 17 ene
- 3 Min. de lectura

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Columna de opinión de Jaime Alfonzo.
Poder y Fama: La Jugada de Trump en Hollywood
El nombramiento de Mel Gibson, Sylvester Stallone y Jon Voight como "embajadores especiales" para Hollywood por parte del presidente electo Donald Trump es más que una movida simbólica; es una declaración de principios sobre cómo la administración Trump pretende moldear las relaciones entre el poder político y la cultura popular. Al poner a estos reconocidos actores al frente de una estrategia para revitalizar la industria cinematográfica, Trump no solo busca capitalizar el prestigio y la influencia de Hollywood, sino también consolidar su narrativa de "recuperar la grandeza de Estados Unidos" en todos los frentes posibles.
Los rostros del cine y el poder
Jon Voight, ferviente defensor de Trump, es un veterano actor galardonado con el Óscar y padre de Angelina Jolie, cuya postura política ha generado controversia incluso dentro de su propia familia. Voight ha utilizado su plataforma para alabar la visión de Trump, lo que le valió la Medalla Nacional de las Artes en 2019. Mel Gibson, por su parte, es un cineasta y actor tan aclamado como polémico. Aunque ha enfrentado duras críticas por sus declaraciones antisemitas y su comportamiento fuera de la pantalla, su talento como director y actor es innegable. Sylvester Stallone, icónico por su interpretación de personajes como Rocky Balboa, también ha sido un simpatizante de Trump, elogiándolo como un líder fuerte y comparándolo con figuras históricas.
Estos tres nombres representan mucho más que éxito en taquilla; simbolizan una conexión directa con el corazón de la cultura estadounidense. Sin embargo, también traen consigo un bagaje que plantea preguntas sobre su idoneidad para cargos que, aunque simbólicos, podrían tener un impacto real en las políticas culturales y económicas de Estados Unidos.
El trasfondo de los nombramientos
La decisión de Trump no es aislada, sino parte de un patrón más amplio. Durante su presidencia anterior, ya había mostrado una inclinación por rodearse de figuras mediáticas, desde empresarios de reality shows hasta celebridades que le eran leales. Esta estrategia no solo refuerza su imagen como un "outsider" que desafía las convenciones políticas, sino que también le permite establecer una narrativa populista que conecta con su base electoral.
El hecho de que estos actores hayan apoyado abiertamente a Trump no es casualidad. Su lealtad les asegura un lugar céntrico en una administración que prioriza la lealtad sobre la experiencia. Este enfoque también pone en tela de juicio los límites entre la competencia profesional y la conveniencia política. ¿Es realmente adecuado designar a individuos con antecedentes tan polarizantes en roles que requieren diplomacia cultural y visión estratégica?
La narrativa del poder y las elites
Los nombramientos también reflejan la fascinación de Trump por las elites del entretenimiento, un sector al que ha criticado repetidamente, pero del que también busca validación. Este movimiento podría interpretarse como un intento de cooptar a Hollywood, una industria tradicionalmente crítica de su figura, para alinearla con su visión de un "América primero". Al integrar a Gibson, Stallone y Voight, Trump también busca consolidar un bloque de apoyo dentro de una de las plataformas culturales más influyentes del mundo.
Entre el espectáculo y la gobernanza
El nombramiento de estas figuras plantea preguntas fundamentales sobre el papel de las celebridades en la política y la efectividad de estas designaciones para abordar problemas complejos como la competitividad de Hollywood en el mercado global. Si bien su talento y experiencia en la industria son incuestionables, sus antecedentes y afiliaciones políticas podrían limitar su capacidad para actuar como puentes en una industria ya profundamente dividida.
Este episodio también subraya cómo Trump utiliza el espectáculo como herramienta política, un enfoque que podría definir su regreso a la Casa Blanca. Al final, estos nombramientos no solo servirán como un indicador de las prioridades culturales de su administración, sino también como un microcosmos de cómo el poder político y las elites del entretenimiento pueden converger para moldear la narrativa nacional.
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